Ven y mira. Y miré.
El tiempo se detuvo, los colores del cielo empalidecieron,
un vacío se abrió, inmenso,
ante mí surgió un brillante caballo azabache.
Sobre él un jinete imponente, frágil, etéreo, contundente.
- Abrázame muerte, fuerte, muy fuerte; - le dije,
que quiero volver a vivir,
grité. - volver a vivir.
Abrázame, acúname entre tus pechos,
mi amada muerte.
Quiero un nuevo presente, aquí, ahora, solo
nuestro.
Muerte dulce, abrázame no tan fuerte.
Que necesito volver a la vida,
tener un nuevo presente,
nuestro.
Y la muerte apretó…
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