Sentado a la sombra
de un mar de mayo
soñé un poema:
De otro, de otro
eran tus besos,
desvelos de sábanas
y noches de lunas
rasgadas.
Yo miraba de lejos
tus manos entrelazadas,
sentía envidia,
un poco de rencor, incluso,
pues eran para otro, otro,
tus miradas de negro nácar.
Y recordé al poeta cubano,
el triste sonido de sus versos.
Me dije a mí mismo que
era de otro, de otro
el cielo.
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