Hoy no he vivido,
no he contemplado el
mecimiento acunado de las hojas,
el batir de alas de una mariposa,
el juego perpetuo de un sol anaranjado.
Cierro los ojos, y no he vivido,
no vi la sonrisa franca,
el tacto casual de unas manos,
el saludo desconocido,
el acto sincero del que pasa a mi lado.
Cubro con mis manos
mis oídos, y no he vivido,
no escuché
el sonido de una carcajada lejana,
el grito de un improperio,
el murmullo de pasos que se alejan,
el eco de la calle.
Abro mis manos al vacío,
no acaricié el sillón olvidado de mi cuarto,
la hierba húmeda de la mañana,
el vello de unos brazos ajenos,
el goce de una cara infantil.
Pasa el tiempo,
el otoño deja a su paso más dudas,
más momentos perdidos.
La sonrisa de un hijo, no la vi.
El abrazo de un padre, no lo sentí.
La mano de un amigo, no la apreté.
El amor de una amante, no lo exprimí.
Abramos ojos, oídos, manos y piel,
miremos alrededor,
despacio,
y agarremos con fuerza el momento,
para no volver
a no vivir.
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